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Washington, Estados Unidos | La fuerzas militares en Oriente Medio se encuentran al borde de una escalada sin precedentes debido a los recientes enfrentamientos entre Estados Unidos e Irán, enmarcados en el conflicto con Israel. El 21 de junio, Estados Unidos lanzó la operación militar “Martillo de Medianoche”, bombardeando tres instalaciones nucleares iraníes clave —Fordow, Natanz e Isfahán— en apoyo a la ofensiva israelí iniciada el 13 de junio para frenar el programa nuclear de Irán. El presidente estadounidense, Donald Trump, calificó el ataque como un “éxito militar espectacular”, asegurando que las instalaciones fueron “completamente destruidas”. Sin embargo, informes preliminares sugieren que los daños solo retrasarían el programa nuclear iraní unos meses.

Irán respondió el 23 de junio con un ataque de misiles contra la base aérea estadounidense de Al Udeid en Qatar, la mayor instalación militar de EE.UU. en la región, y otra base en Irak. Teherán notificó previamente a Qatar, lo que permitió la evacuación y la intercepción de los misiles, evitando víctimas. El ministro de Defensa iraní, Amir Nasirzadé, defendió el ataque como un “castigo contra el agresor”, mientras que Trump lo calificó como “muy débil” y agradeció la notificación previa.

El 24 de junio, Trump anunció un “alto el fuego total” entre Israel e Irán, que entró en vigor tras un periodo de seis horas para completar “misiones finales”. La tregua, sin embargo, fue frágil: ambos países se acusaron mutuamente de violarla con lanzamientos de misiles. Israel reportó cuatro muertes en un ataque iraní, mientras que Teherán negó haber disparado tras el acuerdo.

El Consejo de Seguridad de la ONU, en una reunión de emergencia, reflejó la división global. China, Rusia e Irán condenaron los ataques estadounidenses como una violación del derecho internacional, mientras que Israel y aliados como Reino Unido respaldaron la acción. El secretario general de la ONU, António Guterres, instó a la diplomacia y pidió a Irán permitir “acceso total” al Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) para inspeccionar sus instalaciones nucleares.

Países como Egipto, Jordania y Arabia Saudí aplaudieron el alto el fuego, mientras que Omán, Qatar y Emiratos Árabes Unidos condenaron el ataque iraní en Qatar como una violación de su soberanía. En América Latina, líderes de Chile, Bolivia, Venezuela y Cuba rechazaron la intervención estadounidense, calificándola de ilegal.

El ministro de Exteriores iraní, Abbas Araghchi, afirmó que no habrá negociaciones mientras continúe la “agresión” y que Irán se reserva “todas las opciones” para responder. Trump, por su parte, sugirió un posible “cambio de régimen” en Irán, aumentando la incertidumbre.

Analistas advierten que la respuesta de Irán, liderada por el ayatolá Alí Jamenei, será crucial. Aunque Teherán minimiza los daños a sus instalaciones, la presión interna para responder podría llevar a nuevos ataques, posiblemente a través de aliados como Hezbolá o los hutíes, o contra bases estadounidenses en la región.

La comunidad internacional, desde la Unión Europea hasta Japón, urge a la desescalada y al retorno a las negociaciones nucleares. Con el Parlamento iraní considerando desvincularse del OIEA y las tensiones aún latentes, el futuro de la región pende de un hilo.

“La diplomacia es la única salida para evitar una catástrofe regional”, afirmó Guterres, mientras el mundo observa con preocupación el próximo movimiento en este delicado tablero geopolítico

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